El 12 de octubre de 1972 un avión Fairchild F–227 de la Fuerza Aérea Uruguaya despega de Carrasco (Uruguay) y aterriza en Mendoza (Argentina), con 40 pasajeros –la mayoría pertenecientes al equipo de rugby "Old Christians"– y 5 tripulantes, el día 13 el avión despega de Mendoza y cae en los Andes, a 11.500 pies de altura. En el choque mueren 13 personas,
Después de pasar una noche en Mendoza (Argentina) –no cruzaron los Andes en el momento previsto a causa de las condiciones meteorológicas desfavorables–, el avión emprendió camino al día siguiente temprano. Pero el piloto no calculó bien su posición, y el avión se estrelló, dejando la cola por un lado, las alas por otro, y el resto fuselaje en un valle de nieve y piedra, desde donde se veían solamente los picos nevados de las montañas que rodeaban el lugar del accidente.
Durante 72 días tuvieron que luchar contra temperaturas que por la noche bajaban de los 40 grados bajo cero, contra el hambre y la sed, contra el hacinamiento y también contra un hastío y un aburrimiento mortal, en la cima de una de las montañas más altas e inhóspitas del mundo. Realizando algo que muchos de nosotros consideraría algo impensable o simplemente repugnante, comer carne humana.
Lograron sobrevivir con todas las probabilidades jugando en su contra y en gran medida lo hicieron gracias a que dos de ellos que se jugaron la vida escalando montañas que hasta los alpinistas profesionales consideran una proeza. Sin equipo, sin fuerzas, sin alimentos –salvo la carne humana que llevaban en un improvisado maletín, la única fuente de alimento durante todos esos días en la montaña– y con muy poca protección contra el frío, esos dos jóvenes de 21 y 19 años emprendieron una travesía de diez días hasta lograr contactar con otros seres humanos. Gracias a ellos se pudo rescatar a los otros 14 supervivientes que habían quedado esperando arriba, en lo que se conoce como el Valle de las Lágrimas.
Los hechos llenaron las páginas de los diarios de todo el mundo, cuarenta y cinco uruguayos se habían perdido en los Andes a causa de un accidente aéreo el 12 de octubre y dieciséis se salvaron gracias a dos de ellos: Fernando Parrado y Roberto Canessa que caminaron durante diez días a temperaturas extremas y a una altura de cinco mil metros atravesando los Andes y logrando llegar a la civilización después de setenta y dos días en la nieve.
El Valle sigue igual que hace 34 años, salvo por una pequeña cruz de hierro que se levanta sobre un improvisado altar de piedra bajo el cual están enterradas algunas de las personas que no sobrevivieron al accidente.
Muchas veces nos hemos preguntado qué es un héroe, según el diccionario es el que realiza un acto heroico, ser humano que sobresale por sus hazañas y virtudes. A nuestra mente vienen los próceres que en briosas batallas lo entregaron todo por sus ideales. También vienen a la mente nuestros superhéroes de infancia y por qué no, los actuales héroes deportivos del mundo contemporáneo que dejan todo su potencial en un campo para alcanzar las más inimaginables proezas deportivas.
Fernando Parrado y Roberto Canessa son unos de los 16 supervivientes de la tragedia aérea de los Andes
Fernando Parrado un joven de solo 21 años cumplió un papel preponderante en el caso. Si hubiera decidido abandonarse y morir luego que vio lo que le sucedió a su madre Eugenia y a su hermana Susana lo hubiésemos considerado una cuestión lógica y comprensible, pero lo asombroso de esta historia es que fue todo lo contrario: se recuperó del coma que sufrió en el accidente y cuidó a su hermana moribunda hasta último momento –Eugenia y Susana, respectivamente–, a quienes él tuvo que enterrar, con sus propias manos, en un árido y congelado glaciar. Su madre murió en el mismo momento del accidente. Susana sobrevivió el impacto pero murió a los pocos días en brazos de su hermano y luego que falleció tuvo la determinación de escapar de la muerte.
Partió junto a Roberto Canessa, un joven de solo 19 años. que cursaba el segundo año de Facultad de Medicina. Jugador del Old Christians. y, a fuerza de coraje recorrieron las montañas con una inagotable fortaleza que se transmitían el uno al otro y cuando lograron su objetivo, se subieron a un helicóptero y a pesar del pánico que sentían volvieron al lugar a rescatar a sus amigos.
Eran los más dispuesto a desafiar al frío y a las montañas, su valor, resistencia y abnegación los había convertido en héroes.
Que la unión hace la fuerza no tengo la menor duda y que alguien debería de homenajearlos incluyendo a los que se quedaron en el avión con una escultura en algún lugar, tampoco.
En la actualidad estos jóvenes, ya convertidos en hombres, han formado familia y han logrado tener éxito en sus vidas profesionales, dejando atrás los horrores de los 72 días en Los Andes. Mirando la vida con un sentido positivo y valorando cada día como un regalo de su existencia.
No existen monumentos para ellos, no hay un día que los recuerde, no se han bautizado escuelas ni plazas con sus nombres, solo está el recuerdo de dos jóvenes que caminaron diez días a través de las montañas, sin pensar en la fama, ni en que se escribiría un libro, sin pensar en que se harían dos películas sobre su hazaña. Solo pensar en vivir.
*Nunca lo he dicho pero la historia de los sobrevivientes de los Andes, así como el libro de La insoportable levedad del ser, son historias que cambiaron mi existir en tan poco tiempo, puedo decir que por andar tan perdida en mis "muros" no he escrito nada sobresaliente, pronto visitaré los blogs que acostumbro leer, por mientras les dejo esto que encontré aquel día que se celebro lo de los Andes y algo más, aun recuerdo cuando ví esa película en Mérida y creo que desde ahí fué mi trauma por los aviones, pero que interesante es aprender más cosas sobre el ser humano y su forma de sobrevivir...*